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ANTIRESTAURANTES

Jaime Oliver en New York

El domingo pasado estaba haciendo zapping y como siempre, recurrí al Canal Cocina, donde estaban dando un interesante programa llamado “Jamie’s American Road Trip”. En el capítulo se mostraba su fascinación e inmersión en la cocina americana, que no necesariamente está creada por los americanos, sinó que se ha enriquecido precisamente por la cantidad de inmigrantes que han ido en busca del sueño americano. Por eso se ha dicho siempre que La Gran Manzana es un “melting pot”, y nunca mejor dicho en referencia a las cuestiones culinarias. Jamie está fascinado por el continente americano, tanto es así que hasta tiene un libro muy notorio llamado Jamie’s America, en el cual precisamente nos manifiesta su ilusión por compartir las recetas, la variedad de platos e ingredientes únicos de este continente.

La portada del libro Jamie's America
La portada del libro Jamie's America

En este programa, Jamie se adentraba en el rico mundo gastronómico de la ciudad de Nueva York, caminando por los restaurantes de cada distrito (desde locales peruanos y egipcios que llevan años sobreviviendo hasta barras de noodles chinos o tailandeses que llevan tan sólo semanas abiertos), los mercados de cada guetto (chino, italiano…) e infiltrándose en casas particulares de las diferentes étnias para ver cómo se alimentaban. Finalmente, Jamie, por casualidad se topó con el movimiento de los “antirestaurantes”, que es un movimiemto, como su nombre indica, de restaurantes clandestinos en casas de particulares. Es un movimiento underground anti-circuito gastronómico de la ciudad de Nueva York, aunque seguro existe en otras ciudades tan consumistas como esta. El circuito se encuentra en internet, donde te apuntas y reservas tu plaza.

Uno de los requisitos es que no se puede servir alcohol a sus “invitados”, porque no deja de ser una serie de restaurantes ilegales (la regla es que cada comensal trae su propia botella de vino, que no es ilegal). Este movimiento sugió de la mano de ciertos gastrónomos inquietos por expresar su hastío e inconformismo respecto al funcionamiento de los restaurantes. Como por ejemplo, su desacuerdo con los elevados precios o el hecho de que te echen nada más terminar de cenar para llenar turnos. La cantidad de dinero que se paga al anfitrión (como mínimo para cubrir los gastos) es anómima y libre. sSe puede poner dentro de un sombrero que está a la salida de la casa, por ejemplo.
Jamie Oliver, curioso e inquieto, es invitado a un club gastronómico clandestino de los que estamos hablando, a pesar de estar completamente comprometido con la cadena empresarial (tiene restaurantes repartidos por todo el mundo). No sólo acude a uno y se queda asombrado por el nivel culinario, sinó que impulsado por su ambición y sus ganas de superar retos, decide organizar una cena “antirestaurante” en su propio piso de Nueva York.
Lo postea en su blog y en poco tiempo, ya tiene el cupo cubierto, vendrán 8 “invitados” a su casa de diferentes nacionalidades. Su reto: resumir la mezcla de sabores y cocinas de la ecléctica Nueva York en una sola cena.
Amplía sus visitas a mercados de la cuidad, habla con inmigrantes, se pasea por Chinatown… para elaborar su estridente (asi lo define él) menú.
Como es su casa, elabora sus propias reglas. La caja de donativos se la dará entera a George, un hombre que ha conocido durante este viaje y que le ha inspirado y conmovido, ya que alimenta a 85 indigentes cada noche. Repito, cada noche sin falta. Y lo hace con su propia comida, en su propia cocina, con sus propias manos y en su propio tiempo, ya que lo hace al llegar a casa tarde después de su jornada de trabajo. Una persona increíble.
El menú de Jamie: unas tortitas que probó en Chinatown pero con sus toques (en vez de ternera, cangrejo), una ternera con especies egipcias, ceviche,
macarrones con queso… entre otros platos representativos de las culturas que habitan en la ciudad.
Y como es a su manera, sí servirá alcohol. De hecho, dice que el secreto del éxito de una cena, está en servirles una copa de vino a los invitados durante los primeros 30 segundos desde que ponen un pie en tu casa.