Estas son algunas de las caras que me he acostumbrado a ver los miércoles durante un año. Por suerte, son caras tan simpáticas que no se me han borrado a pesar de haber terminado el curso. Según Lluís, soy como la gaseosa, lo cual significa que empecé llena de ilusión y que poco a poco se me han ido gastando las burbujas. Se pasó el año pudiendo hacer un diagnóstico de la personalidad de cada uno de nosotros mientras nos cocíamos en los fogones y nos temblaban las piernas tras pasar 5 horas de pie sin tener ni una sola pausa. Yo le iba mirando entre “ñapa y ñapa” y lo veía analizarme. Todo el año cuestionándome su análisis y pensaba que él pensaba “Pobre chica, no sabe hacer nada, pero a ver si al final de año puedo haber hecho algo productivo con ella”. Cosa que dejó de pensar cuando fuí la primera y única alumna de sus 13 años dando clases a la que se le calcinó la cebolla un día.
Debo reconocer que he aprendido a pasos de gigante, pero en los últimos meses me desinflé (nada personal) por los productos que íbamos a cocinar, entre los que encontramos: pies de cerdo, molleja glaseada, liebre, canetón, ragout de ciervo… El nombre de un plato era sencillamente este: “Galta de ternera glaseada con chocolate y tubérculos”. Sin comentarios.
Hubieron risas y comentarios sobre los platos en esta última temporada, y me alegro que así fuera y reinara el sentido del humor, porqué ¿quien soy yo para poner en duda platos de este nivel gastronómico?, pero ¿qué le voy a hacer si todas las caras o piernas o espaldas de animal me recordaban a mi perrita Pancha? A parte de este último episodio (del cual no he escrito las recetas de los últimos meses en mi blog como lo he hecho con todo el resto de las clases), ha sido un año increíble. He aprendido muchísimo sobre la cocina, pero no sólo sobre cómo se cocinan ciertos platos, sinó de donde provienen ciertos productos, cómo se gestiona un restaurante, cuáles son los utensilios de cocina adecuados en cada caso… en general, he aprendido sobre el arte de cocinar. Y también sobre el compañerismo, sobre cómo entre todos conseguíamos el mejor plato, cómo cuando pasaba alguien cerca de mi fogón y veía que había peligro de calcinación, me lo retiraban a la zona menos caliente para que se cocinara a fuego lento. Gracias. Pero mi gran oda se la hago a mi querido y amigo Chef Lluís Rovira. Un maestro en la cocina y un maestro de su maestría en la cocina. Generoso y paciente donde los haya (lo digo por mí), es de quién más he aprendido a título personal. Gracias por todo lo que nos has dado.
El último día consistió en hacer el examen de lo aprendido en la etapa “carnes” y más tarde la entrega de los diplomas a la que acudió Mey Hofmann. Al finalizar la clase fuimos a comer al nuevo restaurante de Jose, un compañero de clase, que curiosamente es vegetariano. Y le dimos un regalo a Lluís de la tienda El Rey de la Magia, ya que su gran pasión, a parte de la cocina, es la magia. Ha sido un año lleno de recuerdos y donde creo haber hecho algún amigo para toda la vida, que es mucho más de lo que yo esperaba.