Restaurante Quique Dacosta. Ctra. Las Marinas km 3. Rascassa 1.03700 Dénia, Valencia. T 96578179. Precio menú: 199 euros.
En el pueblo de Dénia en la costa valenciana y a cuarenta metros de la playa, encontramos un bonito edificio blanco con un campanario que alberga en su interior uno de los restaurantes más reputados a nivel internacional. Quique Dacosta lleva trabajando desde hace 35 años con su padrastro, dueño del restaurante El Poblet sito en el mismo edificio de lo que es ahora el Quique Dacosta. En el Poblet se come muy bien y la cocina es tradicional, principalemente a base de arroces. Quique empezó a despuntar con sus creatividades obteniendo la primera estrella Michelín. Al ganar la segunda, decidieron cada uno continuar con su proyecto y Quique compró su parte a su padrastro y emprendió el Quique Dacosta, empezando una trayectoria envidiable y obteniendo la segunda y tercera estrella Michelín en solitario.
Todo esto nos lo cuenta su carismático jefe de sala, Didier, al que Quique hechó el anzuelo mientras estaba trabajando en The Fat Duck de Heston Blumenthal en el que en 5 años presenció el ascenso de la 2da estrella Michelín a la tercera e incluso a la obtención del Mejor Restaurante del Mundo. Didier ya lleva 10 años con Quique, y se mueve con soltura en la sala, repartiendo sonrisas y anécdotas y en sus ratos libres (muy pocos durante el verano mientras el restaurante está super concurrido) puede disfrutar de los rayos de sol que tanto añoró en su estancia en Reino Unido.
Entramos por el antiguo edificio con campanario y nos encontramos un huerto impecable con especias locales y exóticas de las que se abastecen los platos del restaurante. También una escultura gigante de una vaca y un amable recepcionista que muy cálidamente nos da la bienvenida. Nos encontramos una terraza abierta en la que se puede tomar el aperitivo y otra cerrada, opción que escogemos porque está mejor aclimatada en el caluroso día de verano en el que fuimos. Casi todo lo que nos rodea en esta sala es moderno y frío y suena una música chill out. Nos entregan una carpeta en la que hay un librito que explica la filosofía del restaurante de forma muy poética. Nos hacen escoger entre dos menús:
- Menú “Universo Local”, con las creaciones más conocidas del chef de años anteriores y los platos más emblemáticos de su trayectoria. Platos históricos y tradicionales.
- Menú “Fronteras”, un menú dónde Quique expresa su manera de entender la cocina hoy.
Nos decantamos por el “Fronteras” en el que nos aventuramos a cruzar las fronteras que nos separan y a unir las culturas mediante la comida. Recordamos con este menú donde estamos y de donde venimos. El menú consta de 6 actos. El primero son los aperitivos que tomamos en la terraza en la que encontramos licor de arroz de quinoa con emulsión de yuzu, naranjas de la China, cocktail de berberechos al champagne, buñuelo ligero de bacalao, morro de cerdo moruno, piadina de maiz fermentado… Y tres platos que nos sorprenden: el carbón pericana (foto) que son unos buñuelos carbonizados humeantes que se untan en una salsa compuesta por pimiento, bacalao seco y aceite muy típica de la costa alicantina que utilizaban los pastores llevándose consigo estos productos secos. Por otro lado, nos sorprendió también el racimo pastor de Kalanchoe (foto), que son unas raíces autóctonas que se comían antaño cuando uno pastaba que crecen entra las rocas como mala hierba (uñas de gato). Esto más que sabroso, es un guiño a la historia y nos recuerda lo afortunados que somos. Y el tercer aperitivo que nos gustó fueron las Piedras de Manchego (foto), que son unas rocas de manchego recubiertas de color negro haciendo que se confundan con las verdaderas piedras.
Pasamos al comedor después del primer acto donde permaneceremos hasta el final desgustando un sinfín de platos maravillosos que nos transportan a miles de lugares. Nuestros sentidos disfrutan durante este festín, en el que el impecable servicio del restaurante nos cuida hasta el más mínimo detalle. Quique Dacosta nos pasa a saludar en varias ocasiones, mostrándose siempre amigable y profesional. El resto de los comensales disfrutan como nosotros de los dos menús en un salón clásico y luminoso con toques de esculturas de porcelana modernas. Navegamos por los 6 actos y sólo al final, después de estar aposentados durante 3horas, agradecemos terminar, pero sin sentirnos pesados, sinó con el estómago y el alma bien alimentado. Lo hemos pasado bomba y disfrutado muchísimo.
El menú es exquisito y recorre los platos típicos de la zona, austente de carne y con mucho marisco, pescado, arroz y hortalizas. Nos fascina uno de sus emblemáticas creaciones: el tomate aplastao y seco, en el que encontramos esta fruta (sí, es una fruta) en versión salmorejo, cherry, deshidratado (con toque picante) y una costra de salsa de tomate reducida y concentrada que lo cubre con semillas de lino para simular sus pepitas que se rompe con un martillo in situ. Sencillamente excepcional. También destacamos un plato que emulaba un paseo por el bosque, con musgo humeante, hojas de castaño hechas con maíz y setas y una degustación de “tierra” con setas varias. Era como comerse una incursión en un bosque húmedo. Y también un cocido con gallina vieja con su yema de huevo colgante con cresta crujiente y carne al grill. Un plato potente en boca, denso y tremendo de sabor.
Los postres están a la altura sí, pero quizá la borrachera emocional después de tanta maravilla los nubla. Eso sí, se agradecen porque ayudan a bajar la comida y son un soplo de aire fresco después del 5to Acto. Una experiencia maravillosa y sin duda muy recomendable. Gracias por todo Quique y equipo, fue un placer.