Una de mis comidas preferidas del mundo es la pizza, y creo que una de las razones por las cuales tanto me gusta es por su creatividad a la hora de elaborarla. Todo vale. Y si no que se lo digan a Fabian Marti que ideó su pizza con Coca-Cola (y se bebe con pajita). No es caso de mi pizza. Esta vez quise hacerla de masa blanca (sin base de tomate) con la masa finísima de Buitoni, que además es rectangular (¿será por la merma que dejaban con la circular?) y con el cual se obtiene un resultado perfecto: crujiente y ligera.
Para elaborar esta pizza necesitamos 2 pimientos, 2 berengenas, 2 cebollas grandes, menta, gengibre, miel, canela y aceite. En realidad se podría decir que el resultado fue más como una coca de trampó con toque marroquí, pero sea lo que sea, estaba deliciosa. El toque marroquí se lo da la cebolla, que hay que cortarla ciselé y hervirla en una sarten con agua durante 40 minutos. Una vez hecha, la sacamos del agua con una rasera y al agua le añadimos una cucharadita de aceite, una de miel, otra de gengibre y otra de canela, aportándole pues el toque marroquí. Volvemos a introducir la cebolla en el mismo agua y la hervimos 3 minutos más para que se impregne del sabor. La retiramos y tiramos el agua. Cortamos los pimientos y las berengenas a tiras y las hacemos en un grill a fuego lento hasta que estén hechos y lo mezclamos con la cebolla para que se traspase su sabor especiado.
Una vez tenemos estos ingredientes, los diponemos por encima de la pizza. Calentamos el horno a 240º e introducimos la masa. A los 15 minutos sacamos la pizza, que quedará bien crujiente y le ponemos hojas de menta por encima. Y luego, te mueres.