El jueves pasado fui a La Burg, un lugar de culto a la hamburguesa. Está sito en el Paseo de Juan Bosco 55, en Sarriá. El local tiene una bonita cristalera con marcos negros que da al recibidor de la hamburguesería, donde hay taburetes y mesas altas y una barra de mármol desde donde también se puede comer o esperar a ser sentado. En las paredes de esta sala, hay estantes con una cuidada selección de vinos. La iluminación es cálida y la acústica buena, convirtiéndose en un lugar que invita a relajarse. Si subimos unas escaleras, llegamos al segundo comedor, con mesas bajas y bancos acolchados y al tercero, que es un reservado desde donde se puede ver a través de una cristalera, la cocina.
La Burg es una apuesta gastronómica basada en hamburguesas de una calidad suprema con una materia prima única: carne de pura raza parda-alpina originaria de Suiza, instalada en León desde los años 50, con el fin de ofrecer sabor y una texturas únicos.
Pero lo que más me sorprende de este lugar, es la variedad de sus hamburguesas. La hay clásica, claro, pero también con champiñones, con albahaca fresca, tomate y mozzarella. Una mexicana con frijoles y guacomole (la que se tomó Alex). La Ninja, que me tentó mucho, mucho, con cebeolla, shitake, salsa japonesa y sésamo. La New York, a la que no me pude resistir, con cebolla, emmental, huevo y tomate.
Una bikinesa, en pan de molde. Un gourmet en pan de payés con foie. Una vegetal con hamburguesa de seitán. Una con hamburguesa de cordero y una americana, clásica, pero con bacon. También, como no, acompañamos las hamburguesas con algo más. Pedimos unos nachos, unas patatas bravas y una ensalada de queso de cabra. ¡Y nos lo acabamos todo! Y eso que mi hamburguesa era gigante y llevaba huevo.
La variedad de postres no está mal tampoco. Brownie, pastel de manzana, de zanahoria, de queso, Sacher, tarta tatin, helados varios y sorbetes artesanos.
La Burg es un slow fast food. Si está muy lleno, también hay servicio Take away.