Cuando Javi y Rosa te invitan a comer siempre se convierte en un juego sensorial. Siempre con ellos descubro cosas (el Ghee, por ejemplo). Para empezar, el arte de la presentación. Rosa es diseñadora de moda, aunque ambos tienen muy buen gusto, la sensibilidad se nota en los rincones de su hogar. La mesa se puso en unos manteles antiguos que daba pena ensuciar, pero gusto tocar. Las copas y los platos, escogidos con mucho gusto, cerámicas hechas por una artista mallorquina en tonos naturales. Siempre hay delicados y a la vez salvajes ramitos de plantas distribuídas por su casa y que invaden los platos en la mesa. Lámparas de los años 50, troncos de madera en el suelo, cuadros antiguos de mercadillo… y siempre algo cocinando en la olla. En su casa nunca falta de nada, aunque tampoco sobra. Los ingredientes que utilizan para sus comidas, siempre son de alta calidad, homenaje a nuestra tierra y cocidos de forma tradicional. Al llegar, tomamos un aperitivo en el jardín bajo una enorme glicinia, que aunque las flores azules aún no habían florecido, nos dejó impresionados el tamaño de sus ramas. Una planta centenaria que es sin duda, la joya de la casa. Luego entramos dentro y comimos una deliciosa ensalada “improvisada” y un cabrito al horno. En la cocina ayudaba Sirin, del Tíbet. La ensalada consistía en mezclum de lechugas, gambas hervidas, judías, hojas de menta, de tomillo limonero y ralladura de manzana por encima. Deliciosa. Y el cabrito espectacular, asado al horno con zanahoria, cebolla y patas. De postre, un tradicional brazo de gitano y una infusión riquísima de hierbas del jardín con gengibre. Siempre es un placer. Muchas gracias por la invitación família.