Hace años que oigo hablar de lo maravillosa que es la gastronomía en Perú y lo muchísimo que cuidan la presentación de sus platos. Perú cuenta con una cultura de fusión gastronómica importante. Sus eventos giran en torno a la comida, y cuentan con una sabiduría culinaria pasada de generación en generación con mucho entusiasmo. En Barcelona, por lo que conozco hasta ahora, desgraciadamente no existe ningún restaurante excelente de su tierra. La gastronomía peruana es de las más diversas del mundo. Es el país con mayor número de platos típicos (casi 500) y tiene un nivel gastronómico equivalente a la riqueza de la cocina francesa, china e hindú. Como curiosidad, casi todos los espárragos que nos tomamos (aunque en la etiqueta diga que vienen de Navarra), están cultivados en Perú.
Luís Revilla y Carmen Yates son clientes de Alex, y al mencionarles que estaba escribiendo en un blog, mostraron mucha ilusión en invitarnos a cenar a su casa y degustar algunos de los platos típicos de su tierra. Además, Luís y Carmen tuvieron durante años un restaurante peruano en París de mucho éxito.
La cena la hizo toda Luís con muchísimo cariño y no se olvidó ni del más mínimo detalle. Luís es un apasionado de la gastronomía de su país, pero también de toda la suramericana. Hubo un tiempo hace años que quiso escribir un libro sobre el origen lo de los alimentos en Sur America. Hizo un trabajo muy importante de búsqueda, pero al final se quedó todo en el tintero. Yo le he invitado a que escriba una sección semanal en este blog, ya que tiene muchísima información acumulada y así sería un modo de difundirla y compartirla con el resto. Se pasó la comida contándonos anécdotas, recetas, procedencia de los alimentos, historia, nos habló del primer libro de recetas que existió… A ver si se anima a escribir.
De primero nos hizo uno de los platos más conocidos de la cocina peruana, el ceviche. Se puede hacer con otras variedades de pescado, pero esta vez lo hizo con dorada de playa, a la que cruda, bañó en lima y fumet (que hizo con la cabeza y espinas de la propia dorada). El plato era fresquísimo, maravilloso. Le podíamos añadir un poco de ají picado para que fuera más picante. Estaba servido sobre una hoja de lechuga y un corte de boniato hervido. Un combinación de dulce, ácido, crujiente y suave muy bien compensada. También nos ofreció un vaso de leche de tigre, que daba miedo probar con este nombre, pero resultó ser una bebida inofensiva compuesta por los restos de fumet con lima del ceviche. De segundo nos sirvió quinotto perfectamente presentado. Se llama quinotto porque es una mezcla de quinoa (que al contrario de lo que cree la gente es una semilla y no una legumbre) preparada como si fuera un risotto. Servido en una perfecta forma, rellena de pasas y salpicada con virutas de parmesano, que aportaban sabor a un ingrediente más bien insípido como la quinoa, era un plato equilibrado y suave. De postre, helado de chocolate con chips acompañado de rodajas de naranja y piel de esta por encima.
El ají es es un acompañaiento para los platos que aporta un gusto picante. Es como un chile, pero más grande y anaranjado. Originario de México y del Perú y difundido a todo el mundo principalmente por los navegantes españoles y portugueses (debido a su valor vitamínico que los protegía del escorbuto).
La comida peruana no me decepcionó lo más mínimo, todo lo contrario, ahora tengo ganas de probar más (quedó pendiente probar la causa limeña). Cenamos de maravilla, y no sólo por la comida, sinó por las conversaciones holísticas, los viajes, Perú, la búsqueda del equilibrio personal…Luís nos entretuvo con sus historias y Carmen Yates hablaba sobre la espiritualidad y sobre la paz interior. Es una mujer sabia, coach emocional y mucho más. Muchísimas gracias por vuestra generosidad a los dos.