Espaguetis de calabacín con salsa marinara.
Los zoodles son las mezcla entre la palabra zuchini (calabacín) y noodles (fideos). Ya sabemos que los juegos de palabras son muy anglosajones… Aquí se llaman llanamente “espaguetis de calabacín”. Bueno, pues esta nomenclatura tan directa, nada tiene que ver con la elocuencia y creatividad del plato. Hace unos meses que se ha convertido en uno de mis primeros predilectos, especialemente si estoy con ganas de tomar pasta, pero sin carbohidratos, simil de antojos bastante contradictorios, pero bueno.
Cada vez hay más seguidores de la dieta “gluten free”, aunque en mi casa es más bien por estricta prescripción médica, y un plato así, es lo que más se asemeja a la añorada y siempre antojada pasta. Aunque la verdad es que cuando los pruebas, poco se echa de menos la pasta tradicional. Está claro que es otra cosa, pero otra cosa deliciosa. Y para hacerlo más fácil, este verano en Nueva York me compre un espirilizador en formato “to go” que no me ocupa nada en la despensa y me lo puedo llevar si viajo.
Para esta receta que os ofrezco, pelé dos calabacines bien frescos y para compañarlos, hice una salsa marinara, consistente en triturar 4 tomates frescos, 8 tomates secos, aceitunas de Kalamata (que puedes triturar o dejar enteros), 3 dientes de ajo, media cebolla, mucho perejil, sal y pimienta. Por encima, añadí alcaparras, dátiles iraníes (son los que me gustan) y hojas de albahaca para jugar con contrastes y sabores.
Que me perdonen los italianos y su cocina sagrada. Pero esta pasta se sigue pudiendo enrollar en el tenedor y como bien dicta el libro The geometry of pasta, también sigue la teoría del tema que se trata en profundidad: la relación entre la forma de la pasta y su correspondiente la salsa. Es decir, cada pasta, tiene asignada la salsa que mejor casa con ella. Y en este caso, una pasta tan ligera y neutra de sabor, le va una salsa bien contundente y sabrosa. Combinación ganadora.
Buon appetito y scuza mi signore italiani!