Taberna Espinaler. Camí Ral 1, 08340 Vilassar de Mar. No admiten reservas. Precio medio: 15 €.
En el pueblo costero de Vilassar de Mar encontramos la mítica taberna centenaria Espinaler. La historia del Espinaler empieza hace más de un siglo, cuando en el 1896 Miquel Riera y Prats se muda de su masía cerca del puente Espinal en Argentona a Vilassar de mar, donde decide abrir la mítica taberna, en la que empieza sirviendo vino. En los años 40, el nieto del fundador creó un vermut de altísima calidad, y empezó a ampliar su abanico de aperitivos para acompañarlo, principalmente conservas gallegas como almejas blancas, berberechos, mejillones o bonito.
Una década más tarde, la mujer de éste crea la mítica fórmula de la salsa Espinaler: una combinación de vinagre de primera calidad, pimentón rojo, pimienta negra y especias. Durante los años 70, su biznieto se encarga de seleccionar personalmente las conservas gallegas y enlatarlas bajo la marca propia, exportándolos a todo el mundo. En la actualidad, el año 2012, Espinaler cuenta ya con 200 productos gourmet en conserva y liderados por su mítica salsa y vermut, recibe el premio a la mejor Tienda Gourmet Especializada de España.
La terraza es lo más concurrido de esta taberna y una de las más afamadas del Maresme. Sin embargo, sus vistas hacia la carretera y hacia la vía del tren le restan poesía a un lugar mítico como este. Las barricas de vino a modo de mesas en la terraza del Espinaler atraen no sólo a los locales sino también a los viajeros, recordando el sentido original de la palabra taberna, que procede del griego (ταβέρνα) y del latín (taberna) y que como entonces siguen ofreciendo comida y, sobre todo bebida a sus clientes.
El interior no se queda atrás, ya que sus nueve mesas de mármol con pie de hierro suelen estar también muy solicitadas. Son preciosas, y para mí una joya del interiorismo y la restauración que espero no se renueven nunca. Sobre cada una de ellas se encuentra el mismo bodegón: una botella de su salsa, un botecito con palillos y un servilletero metálico de los “de siempre” continente de servilletas cuadradas que incomprensiblemente ensucian más que limpian. Pero son nuestras servilletas, nuestras intocables y míticas servilletas que no sirven.
Detrás de la barra, en la que encontramos a los camareros dicharacheros que hablan distendidamente con su amiga clientela, encontramos estantes repletos de botellas de alcohol y de sus productos enlatados. Hay que destacar, que en el Espinaler, aún regentado por la família de 5ta generación, se ha procurado no tocar nada. Es así como se preserva la historia de un local, aunque es indudable que los tiempos cambian y que, en cada generación, la sociedad y el gusto avanzan hacia un lugar en el que tabernero y clientes deben confluir.
En su clásica pizarra destaca el combinado Espinaler que está compuesto de anchoas, almejas, mejillones, calamares, berberechos, navajas, olivas y pimiento. A este cóctel, los comensales suelen añadir la salsa del local, pero por desgracia los ingredientes de altísima calidad terminan sabiendo todos a lo mismo, a un batiburrillo sensorial poco destacable. Es como si combinara el rojo, azul, verde y amarillo y me quedara marrón. Me queda poco atractivo.
Por ello, lo más recomendable sería pedir una de sus conservas por separado para apreciar su sabor pleno, como por ejemplo, sus delicados boquerones a los que se les puede añadir un chorro de su famosa salsa sin ahogarlos. Aunque ya llegan un tanto asfixiados ya que se presentan una docena amontonados en un pequeño plato olivero. Es cierto que este tipo de vajilla va bien por su menudo tamaño para el tipo de mesas del local, pero un plato más amplio les honraría.
Además de las conservas, el establecimiento ofrece bravas, croquetas y marisco fresco. La tapa más sugerente es la ensaladilla rusa, en la que destaca el atún en conserva de su marca. En este caso aparece bien presentada en molde, con pimientos escalibados y olivas partidas encima y abanderillada por los costados por palitos de pan. La cantidad es generosa y fresca en boca y tan cremosa que casi me levanto de la mesa hablando ruso. Sin embargo, las bravas ganarían con el crujiente exterior.
En esta casa sin duda la bebida recomendada es el vermut, hecho por ellos mismos y en el que su potente aroma acompaña con alegría a las conservas aderezadas con la salsa del local.
Al final del comedor, en la tienda gourmet especializada, encontramos el combinado Espinaler envuelto en papel film y listo para llevar y hacer el vermut a pocos pasos en la playa. En verano, hay costumbres que no cambian, ni la de tomar el vermut en el bar acompañado de platillos como la de llevárselos a la playa con la neverita para pasar el día.
En el 2014, el Espinaler abre una taberna en un céntrico barrio de Tokio, transportando nuestra cultura tabernera y autenticidad de su casa original al país nipón, aunque no es posible comprender el espíritu de la taberna sin nosotros dentro armando barullo, igual que es imposible replicar el espíritua de un izakaya aquí.