Petit Bangkok. Vallirana 29, 08006 Barcelona. T 616 185 196. Precio medio: 20 euros por persona. Servicio de take away. Cerrado: domingo y lunes.
El restaurante Petit Bankgok nace en un diminuto local (donde ahora encontramos el Thai Noodles de los mismos dueños) en la calle Zaragoza y era el secreto mejor guardado del barrio del Farró en Barcelona. En aquel entonces eran sólo 3 personas: en la cocina Saowa y Pui y en la sala Dani. En su momento, este mismo blog hizo una crítica, y puede seguir siendo válida, porque a pesar de haberse mudado (a una manzana) y haber ampliado tanto su tamaño como el personal -todo tailandés-, no ha variado la calidad de sus platos.
Dani y Saowa, socios en el restaurante y en su vida personal, se conocieron en Bangkok años atrás mientras Dani estaba de viaje con un amigo. Éstos se perdieron por las calles de la ciudad y entraron al cuartel de la policía del barrio a pedir un mapa. Ahí encontró las directrices de su propia vida, ya que estaba Saowa, su futura mujer y madre de sus hijas, como traductora de castellano a tailandés (lengua que aprendió en Guatemala). Saowa, soñaba con ir a París a vivir, pero fue Dani quien le convenció para que fuera a Barcelona.
Él trabajaba como técnico de sonido y ella, al llegar a la ciudad Condal, trabajó como cocinera -sin experiencia- en el Thai Lounge. Es una gran observadora y aprendió rápido. Probaba un plato, y sin preguntar cómo, ni cuánto ni qué, era capaz de replicarlo a la perfección. A esto se le llama una persona con talento y sensibilidad.
La cocina thailandesa está compuesta principalmente por la mezcla de las 4 “s”: sweet, sour, spicy and salty. Por eso sus platos siempre resultan tan exuberantes en boca y tan interestantes por sus contrastes tanto en sabor como en textura. Es una de mis cocinas preferidas, en gran parte también, por el uso de cilantro en sus platos, una de mis hierbas aromáticas predilectas.
Los habitantes de Bangkok van en sus particulares ciclomotores a todas partes y a de forma cotidiana, comen en los puestos de la calle en vez de en sus hogares, y no sólo porque ofrecen comida deliciosa y recién hecha, sinó porqué es muy económica. Además, traen su propio whisky de casa para mezclarlo con soda y combatir mejor el picante.
En nuestro corto viaje a Bangkok, pedimos como entrante unos rollos nem Pho Pia Sod que son envueltos de pasta de arroz fresca con gambas, verduras y menta fresca. Muy frescos, ligeros y crujientes.
Luego vino nuestra Tom Yam Kung, la sopa picante más tradicional de su país, compuesta por gambas, hierbas tailandesas (cilantro, lemongrass y hojas de lima), especias, zumo de lima y setas variadas (champiñones y shiitake). Esta sopa, como su prima Tom Kha Gai (con base de leche de coco), juegan con sabores contrastados e intensos a la vez que son muy florales. El picante se queda en el paladar y se convierte en un delicioso anestésico que aún así te permite notar los sabores de sus ingredientes. Es una sopa con introducción, nudo y desenlace, es decir, que se va transformando con cada bocado. Primero quema y los sorbos son pequeños con poco condimento. Luego, durante se van presentando y vas conociendo el elenco de ingredientes y al final, es una fresca despedida donde predominan los sabores más herbales y aromáticos. Pero siempre envuelto de ese primer impacto picante que no te abandona ni en la última cucharada. Idóneo para comensales que buscan sensaciones fuertes.
Luego viene, como siempre, el Pad thai. Otro de los platos callejeros por excelencia. Normalmente, como es más neutro en sabor y no tan picante, se consume con la popular y picante ensalada de papaya, para apaciguar y neutralizar. El Pad thai, para los que no conozcan esta delícia, son tallarines de arroz al tamarindo salteados con gambas, brotes de soja, huevo y cacahuete rallado espolvoreado por encima. Los ingredientes se funden entre sí y haciendo de cada bocado un amalgama de sus ingredientes. Son bocados empiezan dulces (por el tamarindo) y continúan frescos (lima). Pero lo interesante es, además del contraste de sabores, el contraste de texturas: la pasta es suave y cálida y los brotes de soja, cebollino y cacahuete aportan el frío y el crujiente. Además es un plato completo y equilibrado (la proteína animal viene con la gamba y el huevo).
También pedimos un curry rojo con tofu y verduras acompañado de arroz de grano largo perfumado. Los currys de más a menos picante son: verde, rojo, curry massaman y amarillo y se puede pedir con opción de pollo, ternera, langostinos, tofu o pato. Las verduras con las que se sirve el plato bañado en curry están poco hervidas, con lo que, una vez más tenemos bocados crujiente que contrastan con la suavidad del arroz o el tofu. En este caso, el curry es el protagonista y el arroz el conductor de su sabor (nos hace de pan) y las verduras y el tofu sus compañeros, dándole crujiente y frescura esporádica (sobretodo con las judías y zanahorias casi crudas). Esta vez el picante es diferente, es en lengua, en vez de paladar y permanece en boca mucho más prolongadamente.
Acompañados por una cerveza lager nacional Singha, cenamos en un ambiente familiar, alegre e informal. Los protagonistas del local son las lámparas de colores que cuelgan del techo y el papel de pared de color mostaza, que no creo que sepan, pero se lo escogí yo. Mis amigas interioristas de Mis-mas tenían una muestra del papel que puse en mi casa en su escaparate, en el local vecino cuando el Petit estaba en obras. Lo vieron y les preguntaron donde lo habían encontrado. Con este detalle, sólo puedo decir que más en mi casa no me puedo sentir (además de ser el restaurante en Barcelona que más veces he visitado y he hecho take away). Un must. Y recuerda, llama con antelación, y si tus intentos son frustrados, siempre te queda el Van Van Market.
Buenas noches y dulces, salados, amargos y picantes sueños.