Roser 2. Paseo Lluís Albert 1. L’Escala. Teléfono 972 77 11 02. Precio medio sin vinos: 35 euros.
Este verano fuimos a comer al Roser en L’Escala y mientras estábamos dando vueltas para aparcar en el centro del pueblo, descubrimos el Roser 2, con maravillosas vistas al mar. Entramos rápidamente dentro a preguntar y por suerte, tenían una mesita con enormes ventanales con una vista excepcional.
Tenía pendiente hacer este post hace semanas, pero la cuesta de septiembre cuesta, y casualmente este fin de semana los de 5 a taula han hecho la crítica de El Roser con este titular “Lugar y cocina de privilegio”. En el año 1960, Rafael Sabadí y su esposa Francisca Hereu compraron una pensión antigua y ahí empezó el restaurante que llamaron Roser. El restaurante, hasta la fecha de hoy, cuenta con un gran prestigio en la zona, debido a la calidad de su producto y la excelente elaboración del mismo. El éxito ha fue tal, que en 1982, su hijo Rafael y su esposa, decidieron abrir El Roser 2. Aunque también está al mando de la cocina su hijo Jordi, que estudió en la Escola de Sant Pol de Mar. Este cocinero se denomina a sí mismo autodidacta, ya que ha ido innovando y buscando constantemente fórmulas, y las ha conseguido, porque está todo realmente delicioso.
Al frente de la sala encontramos al otro hijo, Rafael, que ha sido un sumiller muy galardonado con tan sólo 32 años. Si bajas al baño, podrás ver toda la trayectoria enmarcada, así como la del restaurante. Rafael se ha encargado de que haya una amplia selección de vinos con más de 600 referencias y un peculiar dispensador de vinos que logra el vacío de las botellas mediante nitrógeno.
Como era de esperar, tomamos una tapita de anchoas de L’Escala acompañado de un pan con tomate crujiente y cortado muy fino. Excelente. Y luego pedimos el menú degustación que cuesta 45 euros sin vinos y 65 con su supuesto maridaje. Las tapas fueron fantásticas, un fresco, elegante y nada empalagoso gazpacho de fresas con bogavante, vainilla y manzana. La siguiente tapa fue una coca de higos y foie caramelizado, fina y crujiente y nada pesada pese a sus ingredientes. Los tres siguientes platos eran los “platos fuertes”, aunque con raciones muy bien dosificadas. Primero una fresca y ligera ensalada de bogavante, tomate, mozzarella y pesto, seguida de una pequeña zarzuela de rape, gambas y almejas y por último, una pieza de buey con un milhojas de patata y cansalada. Y por si fuera poco, de postre, un yogurt con frutas rojas y un pastel de chocolate caliente con sorbete de coco. Todo exquisito.