Peggy Sue Diner. Travesera de Gracia 35-37. 08021 Barcelona. T 93 414 25 20. www.peggysues.es. Cocina ininterrumpida hasta medianoche.
Menos luces de neón y más atención. No quiero ser aguafiestas, pero en esta sección de Las mejores hamburguesas de la ciudad, tengo que explicar mis experiencias en la búsqueda de las mejores propuestas con las decepciones que ello conlleva. No sé si era porque tenía las expectativas muy altas o porqué soy medio americana y sé lo que es un diner de verdad o las dos cosas juntas, pero con el Peggy Sue me llevé un chasco enorme. Es evidente que estéticamente es un caramelo para los ojos. Todo es de color rosa chicle y turquesa pálido, desde el suelo y las paredes hasta el mobiliario. Está claro que, hasta que degusté la comida, me diviritó mucho el local. Los tópicos del típico diner americano de los 50s llevados al extremo: los jukebox en las mesas, el ketchup y la mostaza, la tele siempre encendida enseñando oldies en blanco y negro como por ejemplo un concierto de Elvis the pelvis… El servicio es joven e informal, muy de acorde con el local aunque sólo me faltó que se pasearan en roller skates y minifaldas.
La primera mini decepción fue cuando miré el individual de papel que tenía frente a mí y descubrí la cantidad de Peggy Sue’s que ya hay en España. Para que os hagáis una idea, en la capital hay ya 15. Que sea franquiciable no debería ser siempre mal augurio, pero no va ligado precisamente, con poder cuidar los pequeños detalles y problemática que puede presentar ya de por sí manejar un único restaurante.
La carta no es tan extensa como la podrías encontrar en un diner típicamente americano. Los starters son muy justitos, aunque debo decir que los onion rings es de lo que más me gustó. Estaban extra crujientes (empanados a la cerveza) y en su punto perfecto (no aceitosos). Pedimos una ensalada César, que no estaba mal, pero si estamos en un diner, no la aliñaríamos con aceite ni vinagre, sinó con una muy generosa ración de Ceasar salad dressing (aliño) que es tan cremosa como famosa (por eso tiene nombre propio). El aliño estaba, pero no a the american way, había una pequeña cucharada y el resultado es una ensalada seca. La oferta de las hamburguesas se basa en 4 opciones, la Peggy Sue (cebolla plancha, relish, carne de ternera), la Mary Lou (cebolla plancha, queso azul y bacon), la Aretha Franklin (lechuga, tomate, cebolla cruda) y la James Brown (queso, tomate, mayonesa y huevo frito). El precio de cada hamburguesa oscila entre los 6,35€ y los 6,75€ precio razonable para lo que para mí se sitúa entre la categoría de fast food y una hamburguesería comme il faut. El tamaño de la hamburguesa me decepcionó, ya que no era american size (super size me) y a pesar de que la carne era buena, me dejó indiferente. Como teníamos ganas de probar más cosas, pedimos un Club Sandwich, que mira que es fácil de hacer, pero estaba francamente malo. El pollo estaba hervido (¿quién puede comer pollo hervido?), la loncha de bacon incomestible, las cortezas y la miga del pan secas… No se podía comer. Tal cual. Bueno, ahora caigo a quién no le importa comer pollo hervido. A mi perra Pancha. Por eso pedí, al más puro estilo americano, un doggie bag y me lo llevé a casa. Lo más interesante, la pequeña ración (mi disfrute duró 2 cucharadas) de coleslaw, que sí me sonó a la de siempre. Las pizzas ni me atreví a probarlas, porque como me pasa con los restaurantes japoneses, o son de los mejores, o simplemente no me molesto y me reservo para la ocasión ideal. También pedimos un postre, para acabar de catarlo todo, que fue los Mini rolls, unos rollos de canela que en USA son to die for (cinnamon rolls), y como podéis imaginar por el tono amistoso de este post, no me hicieron cantar el “Oh can’t you seeeeee, by the dawns early niiiiiiightt…” (himno americano).
Ah, y una cosa que me pareció bastante molesta, casi tanto como la pretensión de esta cadena, fue el tono de la música ambiental. Sí es cierto que sonaban hits de los fifties como Be-bob-a lula o los early Beatles, y disfruté escuchándolos, pero no pude oir nada más que eso, ya que los decibelios no me permitieron casi poder conversar con Alex. Quizá me hago mayor, quizá tengo el oído biónico, pero a mí personalmente me estresa tener que elevar tanto el tono de mi voz.
Quizá no tuve el día, quizá no lo tuvieron ellos, o quizá, como he dicho al principio del post, a una que le corre sangre americana en las venas, no supo manejar sus expectativas.