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Mishima, un buen japonés en la zona alta

Restaurante japonés Mishima. Doctor Fleming 23-29. 08017 Barcelona. T 93 362 36 03. Precio medio: 35 euros. www.restaurantemishima.com

El interior del Mishima
El interior del Mishima

Raquel Sogorb y Marc Comerma, del grupo Pancomido, abren las puertas del Mishima en mayo de este mismo año. El nombre de Mishima se lo pusieron porque Raquel estaba leyendo un libro de autor homónimo, Yukio Mishima, que además significa aldea, y les gustó la sonoridad. Para mí, hasta ahora, no significaba más que un grupo de música de Barcelona, pero ahora un japonés al que sin duda volveré. No hay que desconfiar obligatoriamente de los restaurantes japoneses en los que no se presentan nipones al frente de su cocina, ya que no es necesariamente señal de que no sea virtuoso. De hecho, hoy en día, la mayoría de los japoneses están regentados por chinos, filipinos, tibetanos o incluso brasileños.

Marc dejó su experiencia profesional en el mundo textil para estudiar un curso de repostería y alta cocina en la Escuela Hofmann, que le sirvió para abrir su primer restaurante en marzo del 2012: Pancomido (a la salida o entrada del Gran Sarriá multicines). Marc va de la mano de su mujer, Raquel, que decora maravillosamente los locales, además de ocuparse de muchas otras cosas. Pancomido es un restaurante tranquilo y agradable que cuenta con una carta sencilla pero bien elaborada y sobretodo hecha con mucho cariño.

Un año más tarde, se aventuran con la apertura del Mishima, una apuesta japonesa que cuenta con César en la barra haciendo el sushi y Álvaro, en cocina. El tandem es bueno: el maestro del sushi aprendió en el Nakashita (comentado en este blog) y el jefe de cocina, en el Sugoi (Sant Cugat). El Mishima tiene una generosa barra, que se convierte en una galería de sus elaboraciones. A mí me encantan las barras, siempre que veo una, intento hacerme un hueco en ella, por que al final, es donde uno puede ver un poquito más de cerca el esquelteto y espíritu de un restaurante. Un buen ejercicio en la barra es simplemente observar y aprender sin darte cuenta sobre cómo es la personalidad de un sitio. En esta barra, en la que se está muy a gusto, echo de menos ver lo que hay detrás de ella, sobretodo si se trata del arte de la preparación de la comida japonés.

El local es hermoso, caracterizado en gran parte por unas enormes lámparas que parecen hechas con redes de pesca, recordando que estamos en un restaurante donde lo que se sirve principalmente pescado. Y piezas de pescado de gran calidad, servidas por Arrom y Barfego, garantía de que lo que vas a comer, es de primera. Los materiales utilizados para el interiorismo son nobles, y a la vez humildes, como puede ser la personalidad de la propia cocina japonesa.

El Mishima cuenta con unos buenos menús para el mediodía, de 12, 15 y 18 euros en los que puedes escoger entre diversas propuestas, pero para mí, comer en un buen restaurante japonés y quedarte en el menú, es una lástima, aunque está claro que tiene que haber oferta para todos. Con el yakisoba acertarás (aunque hay yakisobas y yakisobas) pero para mí, hay platos muchísimo más interesantes en la carta. La primera vez que fui, tomé sushi, que estaba sin duda bueno, pero me quedé con las ganas de más. La segunda vez que fui, probé 3 segundos platos que fueron excelentes: el tataki de vaca vieja se deshacía en la boca, y tenía un color precioso, la caballa, que es juego de sabores y sensaciones esquisito (es el plato que más me gustó) y por útlimo, las vieiras con foie, una explosión de sabor. Me quedé con las ganas del tonkatsu, pero habrá otras ocasiones.

Si eres fiel al sushi, te recomiendo el hot philadelphia roll o el soft shell crab, que está buenísimo. Me quedé con las ganas del sushi Mishima (salmón, aguacate, Philadelphia, langostinos y salsa de sésamo) y de probar labomba del futomaki del chef, que consiste en una buena muestra de tartar de atún, vieiras y aguacate (sin arroz) y todo rebozado en panko. Todo muy bueno. Y además de bueno, serás atendido exquisitamente por Marc, que es atento y servicial y hace las cosas con mucho cariño.

La primera vez que fui, comí en la terraza y mi perra Pancha lo agradeció. Mientras esperaba a mis amigas, tomé una caña y debo decir que estaba muy bien tirada, cosa no tan fácil en esta ciudad. La terraza, que tiene una capacidad para 32 personas, es sin duda un lugar agradable en la ciudad: las mesas están sitas sobre las aceras anchas bajo la sombra de los sauces. Es curioso como la calle Doctor Fleming ha podido cambiar tanto por su oferta gastronómica en tan pocos años. En ambas ocasiones hemos compartido un edamame que estaba delicioso, hervido y posteriormente salteado con unas especias con un toque picante. Buenísimo. Y también unas gyozas que a parte de haber estado hervidas, estaban crujientes. Muy ricas.

Todo en el Mishima está cuidado. Las elaboraciones muy bien presentadas en platos y cubertería de Acme y de Jars. Los platos de cerámica son específicos para servir cada plato y son de colores suaves con hermosas técnicas de esmaltado japonesas. Un verdadero placer ir a comer a un restaurante en el que todo está equilibrado, sobretodo la relación calidad-precio. Buena suerte Marc y Raquel.