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CAN KENJI, UN JAPONÉS CON TOQUE MEDITERRÁNEO

Restaurante Can Kenji
Restaurante Can Kenji

Restaurante japonés Can Kenji. Rosellon 325, Barcelona. Teléfono 93 476 18 23. Menú de mediodía: 10.80 euros.

Aunque lo parezca, este no es el típico japonés de barrio. Y no lo es principalmente por dos motivos: porque 3 habían japoneses cenando cuando yo fuí y porque la carta contiene pinceladas de la cocina meditarránea (como el rissotto, los buñuelos, los calamares en su tinta o los calçots). El concepto de Can Kenji es al contrario que el restaurante Topik -crítica que aparece en este blog- que es cocina catalana con toque nipón.

En el 2003 llega Kenji Ueno de Tokio a Barcelona motivado por la hervor gastronómica de la ciudad. Tras pasar por conocidos restaurantes japoneses o fusionados, en el 2006 decide, junto con su mujer Neus Busquets (no hace falta que diga que es catalana), llevar a cabo su propia empresa: Izakaya Catering. Más tarde, en el 2010, abre su propio espacio plasmando sus inquietudes culinarias. Así nace Can Kenji, inspirado por las típicas tabernas japonesas, llamadas Izakayes, que tienen como fundamento principal el hecho de compartir los platos entre los comensales.

Nuestra simpática camarera
Nuestra simpática camarera
Los platos que compartimos
Los platos que compartimos
El postre preferido de Doraemon, "el gat còsmic"
El postre preferido de Doraemon, "el gat còsmic"

Nosotros pedimos, y para compartirlo todo claro está, una tempura de buñuelo cremoso de pulpo, la ensalada de pescado macerado en salsa picante, el rape a la plancha con shiitake y verduras con salsa ponzu (exquisito) y los fideos udon en sopa de tinta de calamar con curry. Los platos nos encantaron por su autenticidad y originalidad a la hora de reinterpretarlos, pero también me encantó su cocina, abierta, transparente y tranquila. Habían 3 personas trabajando, y estaban rodeados de colecciones de boles de colores diferentes en los estantes, llevaban pañuelos de colores preciosos en la cabeza y se movían elegantemente en la cocina. Había armonía. Como también la hubo en la sala, al mando de un amable camarero italiano y una chica joven y risueña japonesa que parecía la versión nipona de Ghost World (que además llevaba unas gafas de pasta preciosas que no podré comprarme porque son compradas en Tokio, pero algún día… todo se andará). El sitio es, en definitiva un lugar armónico, donde nada destaca sobre lo demás. El servicio es amable, la decoración neutra, el sonido justo. Un lugar donde realmente te sientes cómodo, pero que nada tiene de cómoda su apuesta culinaria, que plasma la inquietud de Kenji por reinventar su cocina y fusionarla con la nuestra.

Los preciosos boles
Los preciosos boles
La mesa tributo al sake
La mesa tributo al sake

Y de postre: Dorayaki, que es lo que toma siempre el conocido animado japonés Doraemon, q se llama así precisamente por su amor a este postre. Su pequeña pero cuidada selección de vinos es original y muy atrevida. Y hablando de alcohol, me encantó la pequeña mesa “ready made” llena de botellas de saque y sus vasitos, todos diferentes. Me fascinaron tanto sus colores y formas que me la quise llevar a casa tal cual. Una máscara de un demonio, unos juegos de madera, unos vasitos de porcelana de colores, platitos, tarjetas… Era todo muy preciosísimo.

El restaurante es pequeño, tiene una disponibilidad de unas 30 personas (10 mesitas), y aunque también tiene una pequeña barra para 7 personas más, es aconsejable reservar. Gracias por el descubrimiento Anna y Chichi, ya véis que tardé 2 días en ir desde que me lo recomendasteis. Espero que el resto, si váis a este pequeño gran establecimiento, lo disfrutéis tanto como lo hicimos nosotros. Itadakimasu.