Restaurante Velódromo. Muntaner 213. Telf. 93 430 60 22. Cocina ininterrumpida de 6h a 3h.
El sábado fui al Velódromo, que no había ido desde la remodelación y tenía muchísimas ganas. Paso en moto por delante muchas veces y me había quedado con las maravillosas lámparas que cuelgan de su techo y con las pinturas que habían en su puerta, como si de un bareto de toda la vida de la Barceloneta se tratara.
Alex había estado dos días antes, pero complajo mis deseos y repitió de nuevo. Tenía tanta hambre, que no me dió tiempo a fotografiar los platos, y la verdad, tampoco pensé que haría este post. Pero cuando me acabé el platito de bravas, me arrepentí muchísimo de no haberles hecho una foto. Sin embargo, encontré esta foto en internet y así os puedo enseñar cómo son.
Son patatas cortadas mignonette, o sea, a lo french fries, pommes frites o patatas fritas en nuestro país. Vienen en un plato pequeño, pero la ración es más generosa de lo que parece. Están fritas en su punto justo, quedan crujientes y el grosor es perfecto, porque no quedan crudas por dentro. Encima, se alternan dos salsas. La blanca es un ligero all-i-oli y la roja es una compleja y espesa mezcla de especias que puede evocar al romesco o a la boloñesa a partes iguales. La combinación es excelente.
Además de las bravas, también me tomé unos huevos estrellados con jamón (también se podían tomar con sobrasada, butifarra blanca o negra), un plato de ensaladilla rusa, una ensalada de 3 tomates (raff, cherry y maduro), que curiosamente combiné con una lata de ventresca (hay apartado en el menú de latas varias que pueden acompañar a cualquiera de tus platos) y unos mejillones con tomate y albahaca. Todo muy rico.
A pesar de ser un bar con muchísima historia (se fundó en el 1933) se volvió a abrir recientemente de la mano de Cervezas Moritz y del chef Carlos Abellán, el propietario de Comerç 24, un restaurante con estrella Michelin. Pero por suerte, no ha perdido su esencia de café casino, donde se mezcla todo tipo de gente, de todas las edades, solos, acompañados, para tomar una cerveza, comer a cualquier hora… Tienas la agradable sensación de estar por casa, pero una casa llena de gente extraña, pero que a la vez resulta familiar.
Si váis, fijaros en la maravillosa máquina para cortar mortadela que hay expuesta y que aún usan. Una bella reliquia.