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VACACIONES EN EL MAR

La semana pasada estuvimos a bordo del Sundara, un velero turco que nos llevó durante una semana por la Costa Dálmata. Nos invitaron Olga y Laureano, los padres de Alex y también a su hermano Andrew y a su mujer Ana y sus hijas, mis adoradas sobrinas Camila y Lu. También estuvieron a bordo el matrimonio de íntimos amigos de los padres de Alex, Miquel y Teresa. Como este blog gira en torno a la cocina, no puedo pasar por alto que Miquel es Miquel Espinet, nada más y nada menos que el presidente de la Academia Catalana de Gatronomía.

Dubrovnik

El viaje consistió en la llegada a Montenegro y tras traspasar la frontera con Croacia, visitar sus islas de su costa sur, comprendida entre Dubrovnik (mon amour) y Split. Hay más de 100o islas en Croacia, y sólo 40 están habitadas. Frondosas, solitarias y casi vírgenes. Navegamos y fondeamos por la salvaje isla Mljet, que es parque natural y un oasis en el mundo donde reina la paz y te acompaña un paisaje tan calmo que parecía que estuviéramos en unos fiordos. De ahí pasamos el día en Dubrovnik y paseamos por su Placa y por sus calles enmuralladas. Luego estuvimos en Korçula, en Vis y en Hvar, la más selecta de las islas y la más famosa por su enclave estratégico navalmente hablando. La más turística pero no por ello la menos bonita. Con restaurantes, tiendecitas, galerías, suelos adoquinados, castillos e iglesias.

Alex, Lu y gatito en una galería de arte de Hvar

El viaje ha sido excelente en todos los sentidos y me he dado cuenta que nada te ayuda más a desconectar que estar en alta mar, rodeado de naturaleza y acompañado por el sonido de la brisa y las olas. Contemplar el horizonte mientras el sol se pone es uno de los lujos emocionales que tenemos más al alcance y que más pueden llenar tu alma.

Afir, que fue nuestro cocinero, nos recibió a bordo en Montenegro con este suculento surtido de fruta y delicias. El recibimiento culinario fue impresionante y no bajó el listón en ninguna de sus comidas. Desayunábamos a las 8:30 tras una ducha natural en alta mar. Nos esperaba la mesa puesta con huevos de todo tipo, bacon, fruta, zumos naturales, tostadas, mermeladas, nutella, selección de tes y café.

Le pedí a Afir que me enseñara su cocina y puedo atestar que es como cualquier otra, con electrodomésticos Bosch y todo. A la hora de comer normalmente hacía una rica ensalada en la que no faltaba ningún ingrediente que puedas imaginar, acompañado por un plato de pasta y de segundo normalmente pescado. Dado el origen del cocinero, casi todos los platos llevaban algún rastro de curry, de ajo y mucha mantequilla. Todo delicioso, aunque no se puede aguantar cada comida con esta copiosidad, pero una semana fue una delicia deliciosa.

Un día el cocinero nos hizo este pescado (red snapper) a la sal. Su presentación fue impresionante. Le hizo escamas con hojas de laurel, ojos con olivas negras y encima de su lomo, unas cáscaras de huevo de las que salían llamas. Muy Port Aventura.

Como era de esperar, estas comidas suculentas tenían que ir acompañadas por bebida a su altura. Espinet fue el encargado de hacer la selección, que se componía por una selección de dos vinos blancos, dos tintos y champagne (Veuve Clicquot Ponsardin). Uno de los vinos blancos era un verdejo del 2009 José Pariente, un vino amarillo alimonado verdoso, brillante, limpio y fresco en nariz que condensa la esencia de la variedad Verdejo con una buena persistencia y amargura a final de boca. El otro blanco, que fue mi debilidad, tanto por el sabor como por el diseño soñador, naif y original de su etiqueta, fue Auzells, con aroma de frutas blancas dulces y exóticas muy maduras como el pomelo, la piña y el mango acompañadas de notas cítricas, con una base de flores blancas y de hierba fresca. Muy fresco y elegante.

Respecto a los tintos, el preferido de todos fue el Ferrer Bobet del 2007. Un priorat que se vale lo que cuesta y que la crítica dice “La gran fruta y las resinas, el humo de puro, hierbas aromáticas, especias y cedro (o nogal), con cuerpo, vivo, por pulir, delicioso pero con ese inquietante corto de una vida que busca integrarse, algo menos rotundo que el fabuloso 2006, me gusta, me sigue gustando, no importa la nota de reducción, la acidez aun afilada, las mentas y la tinta, está todavia en el bosque umbrío, fabuloso”. El otro tinto era L’equilibrista. Un vino que no se te olvida, ni por el nombre, etiqueta ni por el sabor. Su primer impacto cremoso, pero al final, su gusto en boca es profundo, donde se reencuentra con el chocolate y la fruta negra madura.

Las comidas y las cenas las hemos pasado comentando los vinos y la gastronomía, unas clases intensivas a las que asisitido dirigidas por Espinet, un hombre curioso, vital y apasionado. Además, como es presidente del FAD, las conversaciones y preguntas hacia él no se me acababan. Imaginaros lo que ha supuesto para una diseñadora gráfica/directora de arte que está poniendo un pié en el mundo gastronómico pasar una semana a bordo con un hombre de su talla, que a parte de ser un gran arquitecto, es una eminencia en el mundo culinario (además de serl el presiente de la Catalana Gatronómica es uno de los componentes de 5 a taula) y a su vez ser el presiente del FAD. Un kidult al que no sólo le apasiona lo que hace sinó al que le apasiona por igual compartirlo. Le conté mis ideas y proyectos y no sólo me apoyó, sinó que me dijo “Venga, vamos a ir pensando en un nombre ya”. Su naturaleza es impulsiva y apasionada, y como tal, se embarca en todo con entusiasmo.

La última noche hicimos una fiesta de despedida y también celebramos el cumpleaños de Ana. El cocinero hizo langostas y tocaba a más de una por cabeza y por primera vez en mi vida he presenciado a un grupo hacer esfuerzos para acabárselas. El colofón final, tras unas copas de vino, fue disfrazarse y luego mover un poco las caderas al son de música turca y hacer un poco de danza del vientre. Había olvidado cómo se hacía tras mis clases años atrás y le pedí al capitán que se desmelenara, que se pusiera un pañuelo con moneditas en la cintura, y me lo recordara y no sólo lo hizo encantado tras pasar un poco de vergüenza inicial, sinó que lo ví por primera vez relajado y dejándose llevar por algo que no fueran sólo las olas.

Muchas gracias a la família Fernández-Cruz Soldevila por esta semana y también a la tripulación del Sundara. Al gran capitán Moarreb Kebab, incansable, eficiente y dulce, al cook Afir, al ingeniero Dylan y en especial al entrañable matrimonio de australianos de los que nunca me olvidaré, Dee y Brett. Mucha suerte a todos.

P.S. No puedo evitar postear esta foto de este coche de alquiler que encontramos en el puertecito de un pueblo de Korçula. Nos explicaron unos camareros de un restaurante, que el accidente había ocurrido horas antes. Resulta que habían dentro de él 4 señoras que en vez de avanzar, por error hicieron marcha atrás y cayeron al agua subidas al auto. Pagaría lo que fuera por haber visto sus caras al caer y por escuchar esos primeros 15 segundos que podrían haber sido de silencio sepulcral ante el shock de la operación fallida o contrariamente, podría haber estado sacudido por gritos histéricos y desesperados seguidos por el ataque de risa que nos ha dado a todos ver esta estampa.